Nací en Madrid hace ya unos cuantos años, y vivo en la ciudad de Cáceres, considerándome una Extremeña más gracias a la calidez de sus gentes. Mi madre fue Mª Luisa Cuervas-Mons Artiz, considerada en su momento por el marqués de Lozoya, gran especialista en arte, como la mejor miniaturista de Europa. Desde muy pequeña viví el Arte en mi casa, viendo a mi madre con su fino pincel durante horas pintando, o más adelante, cuando ya su vista no daba para la perfección que exigía a su obra, pintar cuadros grandes. De aquellas horas de observación mientas pintaba, tome el gusto por la pintura. Estudié Arte y Decoración en Madrid en la F.A.E. Más adelante, ya casada, retomé la pintura que durante unos años relegué a un segundo plano por circunstancias de la vida, de la mano de Martínez-Terrón y José Fernando Gózalo Delgado, profesores de la Escuela de Bellas Artes de Eulogio Blasco de Cáceres, donde estudie durante varios años dibujo y pintura, así como escultura con el escultor José-Antonio Calderón Silos.
La gran influencia en mi forma de pintar es mi madre; el recuerdo constante de su hacer es mi forma de dar la pincelada; no es la de un genio, pero si es la del corazón. Creo que mi pintura es cotidiana, no es obra de denuncia; para la denuncia están los grandes pintores intelectuales. Pienso que el Arte está en el corazón y en la mente.
Mis mujeres miran hacia delante, son íntimas, son reales, jóvenes como es el alma, como es la tierra, para que el espectador/a les dé vida, les dé una historia, les haga soñar, para mirar al futuro como hacen ellas. Mis paisajes son un momento de irrealidad, para inventar, para descansar. Mis bodegones son para alegrar lo prosaico; solo pretendo, y pienso que es mucho, que aquel que fije su mirada en ellos se solace y se recree, que deje olvidados sus problemas durante unos momentos, que mi pintura le relaje y provoque alegría.